El sentido común es vulnerable. Pertenece a todos en concepto, y no por eso, deja ser susceptible a individualidades. Dudo que podamos apelar a él en estos momentos que se sienten de injusticia, y mucho menos, confiar en quienes imperativamente deberían demostrarlo desde la responsabilidad adquirida al pretender la representación de la sociedad en los ámbitos políticos del país . Las percepciones subjetivas de los líderes en escena, resultan más que obvias, casi ofensivas. El afán desmedido y el fundamentalismo improvisado con el que se expresan y actúan , no dan cabida a la comprensión y mucho menos, a la aceptación de la realidad que enfrentamos. Hay que ser tolerante, es verdad. Decir lo contrario, sería atizar un fuego que arde de manera sigilosa y amenazante bajo las cenizas de lo acontecido en Venezuela desde poco antes del 2002; sin embargo, es urgente la determinación de trabajo por la recuperación de los valores éticos de nuestros dirigentes y de nuestro gentilicio en general, y por sobre todo, del respeto, de la consideración justa, de la acción precisa por el equilibrio y la equidad, sin detenernos mucho en preceptos de ideales extemporáneos, sin creer demasiado en promesas de cambio de reincidentes incansables, sin ceder mucho espacio a quienes en su momento y oportunidad, no han demostrado mayor disposición que la idónea para sembrar odios, distancias y resquemores entre hermanos de una misma nación. Cuando un caballo se desboca _y eso es lo que ha pasado a esta V República_ solo hay una manera de detenerlo: Hay que armarse de valor y halar las riendas con firmeza, en la medida justa para no dañar al animal y exacta, para no caer... En la medida justa y exacta, necesaria para hacer entender que llegó el momento de parar, que por muy válido que sea el instinto, no estamos dispuestos a permitirle atropellar a nadie...
Creo en la necesidad del diálogo. Creo también en la necesidad de palabras de aliento y optimismo. Creo en las posibilidades de una Venezuela nuestra. Más no creo, en la rectificación sin castigo ni remisión. Tampoco en la visión ciega del amor por el poder. Y hasta ahora, y entiéndase distinto al famoso "por ahora" , eso es lo que han demostrado los actores de este lamentable show: gusto irrestricto por el poder, incapacidad para representar los valores democráticos del pueblo venezolano y una torpeza ilimitada a la hora de desenvolverse en los escenarios institucionales. Ratifico, no es cuestión de bandos. El problema es mucho más complejo, sin dudas. Y por ello, pienso que debemos apelar a la reflexión tanto o más que al sentido común. A la crítica constructiva más que al lamento y la culpa. A la verdad por encima de cualquier interés. Luego, habrá tiempo para todo: para los partidos, para los políticos, para los periodistas, para la oposición y los oficialistas, para los militares, para todos los venezolanos... Ahora es el momento del orden, de visualizar metas y objetivos, de trazar estrategias de acción que nos permitan retomar el control de la democracia y la libertad. Somos pueblo de paz, gente honesta y trabajadora con aspiraciones claras de construir un mañana mejor sin distinción de clases ni sectarismos absurdos. Ahora es el momento, frente a las elecciones del 2009, de no fracasar en el intento de depurar los poderes que nos representan, de erradicar todo vestigio fascista y fuera de orden, de reivindicar a la sociedad civil y propiciar las circunstancias para desarrollar las condiciones necesarias para iniciar la recuperación económica. Ahora es el momento de impulsar la protesta organizada, el reclamo por nuestros derechos en democracia y la defensa de los mismos.
El juego está echado y sabemos bien que lo que tenemos por delante no es la mejor partida; pero, no debemos retirarnos sin jugar todas las cartas. Hay que seguir luchando.
Janeth Santos.
Agosto 2009.
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